¡ALBRICIAS! ¡VUELVE LA GUERRA FRÍA!

Andaban los sesudos analistas de seguridad, los circunspectos militares y los innovadores fabricantes de armas de ultimísima generación mohínos y preocupados por los derroteros que estaban tomando los riesgos y desafíos a los que últimamente se enfrentaba el mundo -ya saben, ya no hay enemigos como los de antes, con sus divisiones, sus carros de combate, sus impedimentas, sus logísticas, sus polemologías y sobre todo sus objetivos claros, ahora sólo hay terroristas sin sentido- cuando de pronto, mientras los dirigentes mundiales se extasiaban con la niña que no canta y los fuegos artificiales virtuales, se iniciaba un conflicto como los de antaño: Georgia atacaba Osetia del Sur y Rusia atacaba Georgia.

¡Albricias, de nuevo la guerra fría! ¡Vuelven los bloques! ¡Ya tenemos enemigo! ¡Nuestras vidas y la OTAN ya tienen sentido! Por fín colocaremos ese escudo antimisiles que se nos estaba enmoheciendo en nuestros almacenes!

Lágrimas de agradecimiento corrían por las coloreadas mejillas de los profesionales de la guerra. Ya no tendremos que perseguir a desharrapados que se matan y matan sin saber por qué y a los que de nada sirve matarlos porque eso es precisamente lo que quieren. Por fín un enemigo como Dios manda. Y todo gracias a ese brillante abogado formado en Columbia, prooccidental donde los haya, capaz de enviar a sus soldaditos a Irak y que corre como las balas cuando oye un avión. Iluso de él, pensaba que el séptimo de caballería acudiría rápido en su socorro. Como dice un antiguo refrán carpetovetónico, "fíate de la virgen y no corras".

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