ISRAEL: DISPARANDO AL MENSAJERO

                                       
El discurso que se utiliza para hablar del conflicto entre israelies y palestinos suele estar trufado de tópicos y lugares comunes. Uno de los más utilizados y que parece justificar cualquier brutalidad es el de que Israel es el único estado democrático de la zona. Ya hace días que el lúcido Gregorio Morán recordó en sus sabatinas de La Vanguardia que el mismo tópico se utilizaba para hablar de la Sudáfrica del apartheid.

Pues bien, un disparo de los soldados del "único" estado democrático de Oriente Medio ha enviado a Cristina Rivas, compañera en el programa 30 Minuts, al hospital. 

Un proyectil anti-disturbio, disparado horizontalmente, no en parábola -acción prohibida en cualquier estado democrático- desgarró y quemó el muslo de Cristina y no le afectó la arteria femoral por escasos centímetros. No era en Gaza, no era en zona de guerra, era en Bilin, donde unos cuantos palestinos se manifestaban contra el muro que de forma ilegal, está troceando Palestina en bantustanes. Si, también como Sudáfrica.

                                                                 Imágenes de "Estat de setge", el "30 Minuts" que producía Cristina Rivas cuando fue herida.

Cristina acaba de salir del hospital, operada. Mientras convalecía, escribió esta carta que apareció publicada en La Vanguardia:

La pregunta es hija de la libertad


CRISTINA RIVAS | Barcelona 


He encontrado la frase en un libro que me hace compañía mientras me recupero de una herida que me traje puesta de Israel. Ahora, mi muslo izquierdo es un lienzo que me recuerda todos los días la impunidad con la que un policía de fronteras israelí me disparó una bomba de gas 0.2. 

Se ve que le caí antipática. O que no le gustaban mis piernas, ni mi acreditación de periodista. De eso, hace ya casi dos semanas y yo sigo en una clínica de Barcelona. Hoy, me pregunto si el sujeto en cuestión se fue de copichuelas después de una buena ducha: el gas hace llorar. 

Él y sus colegas ganaron algunos puntos ese día: un periodista japonés herido en la mano –tocado- y un palestino con un impacto de bala en el cráneo –tocado y hundido- se añadían a mi pierna. 

Mientras la atención se centra en Gaza y en la difícil lucha contra el terror, el ejército israelí se dedica también a jugar fuerte en Cisjordania. Allí, no cesan el expolio de tierras de propiedad privada palestina ni las detenciones a medianoche. 

Los asentamientos siguen creciendo y en ellos se construyen viviendas que ocupan altos cargos israelíes. Me pregunto si el sueño sionista coincide con ese paisaje agrietado por muros y alambradas. 

Se han cruzado las líneas y ya nadie pestañea en Israel, el pueblo incomprendido: el enemigo está ahí fuera, no dudemos en aniquilarlo. Sólo cuatro valientes como Keren o Ronen –gracias otra vez por vuestra clarividencia- son capaces de nadar en contra de una corriente generalizada del "todo vale", de interrogarse, de dudar. Y se convierten automáticamente en enemigos de su propio país, un país en el que todavía creen. 

Por ellos escribo esta carta de queja. Por ellos, por los palestinos que no pueden convalecer en una clínica y porque me gusta tomar el sol en agosto, sin tener que taparme "heridas de guerra". 

Y a mí, ¿nadie me va a pedir perdón?. Ni falta que me hace.

La noticia no es que disparen, hieran o maten a periodistas. La noticia es que cada vez más y cada vez en más lugares se dispara, hiere o mata a periodistas para seguir disparando, hiriendo y matando impunemente.

Y eso si que es terrible.


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